Los dobleces

La directora Corina Fiorillo logra, en su versión de la obra El Fruto de Patricia Suárez, un justo equilibrio entre una calida mirada al pintoresquismo pueblerino, y el desarrollo de una tragedia sórdida. Fiorillo sin traicionar el micro-mundo de los personajes, los saca del simplismo arquetípico, y les otorga a cada uno de ellos variadas facetas que hacen más rica la trama urdida por la autora.
De esta manera las costumbres, los giros idiomáticos y las cadencias al hablar, que en un primer momento causan una calida gracia, van cobrando otro espesor, transformándose en los materiales con que se construye un universo de mentiras e hipocresías.
La idea espacial que se propone es otro acierto, ya que el espectador se siente inmerso en ese mundo, a la vez que le permite observar hasta el mínimo detalle, como miran, respiran, hablan o callan los personajes, creando una fuerte relación entre la escena y el público.
Las actuaciones son muy buenas: Raquel Albéniz entrega múltiples matices (hasta se permite, en un “tempo” perfecto, cierto rompimiento) estableciendo variadas y particulares relaciones con cada uno de los personajes; María Forni transita con furiosa dulzura los vaivenes que le impone la pieza; Stella Brandolín, en cada una de sus intervenciones, quiebra y reconstruye climas; y Eugenia Lemos muestra, con buenos elementos, su brutal entrada al mundo de los desengaños.
A la idea espacial que ya he hablado, hay que agregar el acierto en la puntillosa elección de los elementos que se utilizan en la obra, y el estupendo vestuario que ubica época, lugar y clase social de los personajes. Ambos rubros se encuentran a cargo de Solange Krasinsky.
El diseño de luces de Edgardo Dib, por momentos es calido y envolvente, y en otros expone sin concesiones.
Ver El Fruto, es inmiscuirse en el otro lado de las apariencias.

Gabriel Peralta - Crítica Teatral 11-9-2008 - www.criticateatral.com.ar

Revista Siamesa por Jimena Repetto

Entre lo dicho y lo callado, entre el deseo y la prohibición, en ese espacio que
resiste se construye El fruto. El texto de Patricia Suárez, con la dirección de Corina Fiorillo, nos insta a reflexionar desde el hoy sobre un pasado ni tan lejano ni tan ajeno. Allí, en los años cuarenta, cuatro mujeres en el interior de una casa de pueblo develan sus secretos y sus miedos. Afuera están “los hombres”, adentro, el reflejo y la fantasmagoría que cada una de ellas construye según los propios sentimientos, experiencias y enseñanzas del buen ser una señorita o una dama.
Petrona (Rabel Albéniz) tiene una hija, Rita (María Forni). El conflicto se desata cuando Bertina (Eugenia Lemos), una clásica coqueta de milonga, le pide a Rita que intervenga ante su madre para que la ayude para hacerse un aborto. A su vez, Felisa (Stella Brandolín), tía de Rita y hermana de Petrona, se presenta con toda la soltura de una mujer que se cree de mundo en un pueblo pequeño.
La puesta es sencilla. Sin embargo, en cada prenda y objeto de los que se disponen en escena -desde los manteles hasta el bordado, pasando por las latas de botones, la panera repleta, los zapatos arañados por el uso- se condensa un viaje hacia ese tiempo de abuelas y canesú en el que autora y directora se inspiraron.
No es menor el hecho de que la obra esté dedicada a las abuelas, tal vez en cierta forma a todas ellas, de quienes no sólo se recupera el nombre, sino también el apellido y los sueños, las voces y los pasos que se resisten al arrastre de la marea del tiempo. Escuchar en presente un recuerdo, el de aquéllas en aquellos años, es un desafío que se disfruta y hace pensar.
jueves 16 de octubre de 2008 |

neposandkuhl.blogspot.com

···EN ESOS DOCE SEGUNDOSDE OSCURIDAD
Una historia contundente, fuerte y muy profunda de Patricia Suárez.

La propuesta y puesta en escena de Corina Fiorillo es pulcra, limpia, intensa y hasta arriesgada. El espacio escénico, dónde se desarrolla la acción es circular, nada convencional, donde el público juega como la pared de una casa, y es el único testigo de las alegrías y traiciones, de los amores y fracasos de cuatro mujeres.

Bertina, Petrona, Rita y Felisa están bajo la fuerte presencia masculina del p
asado y del presente, cuyo sueños fueron ofuscados; ellas buscan, en lo que la autora denominó doce segundos de oscuridad, la felicidad y la liberación familiar para poder realizar sus deseos.

Aunque las cuatro actrices tienen mucha fuerza quiero destacar el trabajo y la presencia escénica que construye Stella Brandolín; y, la sutileza de Eugenia Lemos. Un trabajo muy honesto que realmente es aconsejable de verla.

Jueves a las 20:30 en La Manufactura Papelera, es mi consejo para vayan a encontrarse con esta historia y las interpretaciones que les aseguro que le van a conmover.

Notas de Teatro - 19/9/2008

"Mujeres eran las de antes”
Cuatro mujeres, una obra. Una chica reprimida y su madre “sargento”; otra chica en problemas y una tía descocada.

Todo sucede en la casa de Petrona, una costurera de pueblo y Rita, su hija. Petrona además controla de manera rudimentaria y casera la demografía del lugar.

Aparece Bertina, la linda y coqueta, abandonada aparentemente por un cantor de tangos que visitó la ciudad en una gira. También en los dichos aparece Pedro, el yugoslavo, objeto de amor de Rita. Mientras tanto entre Petrona y su hermana Felisa hay un secreto del pasado, que ocupa el lugar de lo no nombrado.

La situación se produce en los años 40, en un pueblo del Interior, tal vez en la provincia de Santa Fe, aunque no estamos seguros. Las cuatro mujeres están correctamente vestidas y maquilladas en el estilo de la época, y hay continuas referencias a “la guerra en Europa”.

También hay en Petrona una sabiduría de comadre, que se acerca a su conocimiento sobre la cría de gallinas. En Rita, hay una supuesta fe, sólo para encubrir su timidez, y en su rival, Bertina, toda la seducción “sin prevenciones” de una chica de 20 años.

La tía, Felisa es un caso aparte, protege a veces a su sobrina, y a veces a la otra chica. Pese a sus cuarenta largos va a bailar todas las noches a “la milonga” del pueblo, y tiene variados amantes. Sin embargo, no se sabe por qué nunca se casó.

La autora, Patricia Suárez escribió la obra, pensando en sus abuelas, mujeres fuertes e independientes del yugo de los hombres, mucho antes de la llegada del proclamado feminismo.

Es en ese sentido, una obra sobre un matriarcado rural y en cierto modo arcaico, el que sostiene Petrona, cuya contracara es Felisa.

Las actuaciones de las cuatro mujeres están muy bien. Y saben llevar a cabo todos los modismos de la época, y hasta el tono campechano. Hay duelos, entonces entre las dos jóvenes y las dos mayores. Rita (María Forni) y Bertina (Eugenia Lemos) luchan por el mismo amor, mientras que Petrona (Raquel Albéniz) y Felisa (Stella Brandolín) se sacan chispas por enfrentar dos modos de concebir el lugar de la mujer en esa sociedad pueblerina.

También se destaca el diseño de iluminación de Edgardo Dib. El vestuario, ya mencionado, se ajusta a cada carácter y clase social de las mujeres. La direcciòn de Corina Fiorillo lleva adelante esta historia pequeña, de pueblo, al seguir la huella de un teatro realista, algo ya inusual en el Off porteño, pero adecuado al texto de Patricia Suárez, que incluso dentro del drama, tiene momentos de grotesco humor.
Silvia Urite - Notas de teatro
por Silvia Sanchez Urite